Sus principios educativos
esenciales son tres: el respeto al desarrollo individual de cada niño, el
trabajo en equipo de los maestros y la colaboración continua entre la escuela y
la familia.
El respeto al desarrollo madurativo de cada niño requiere el conocimiento de las etapas evolutivas del ser humano, para que haya un equilibrio entre las actividades cognitivas, artísticas y técnico-prácticas y así evitar desequilibrios posteriores. Steiner divide las etapas evolutivas por las que va pasando el niño en septenios, o ciclos de siete años, en los que se producen transformaciones a nivel físico, anímico y espiritual. En el primer septenio se configura el cuerpo físico; en el segundo, el cuerpo etérico; y en el tercero, el cuerpo astral.
El respeto al desarrollo madurativo de cada niño requiere el conocimiento de las etapas evolutivas del ser humano, para que haya un equilibrio entre las actividades cognitivas, artísticas y técnico-prácticas y así evitar desequilibrios posteriores. Steiner divide las etapas evolutivas por las que va pasando el niño en septenios, o ciclos de siete años, en los que se producen transformaciones a nivel físico, anímico y espiritual. En el primer septenio se configura el cuerpo físico; en el segundo, el cuerpo etérico; y en el tercero, el cuerpo astral.
La figura del maestro es
crucial. Es quien explora el proceso evolutivo del niño o niña y quien basa su
didáctica en la creatividad, ya que diseña las estrategias adecuadas a las
verdaderas necesidades de los niños. En palabras de Steiner, “la misión del maestro
es la de retirar obstáculos del camino de los alumnos y la de favorecer el
desarrollo de sus capacidades”. La investigación y el trabajo en equipo juegan
un papel relevante en la formación permanente del profesorado.
Por último, la colaboración continua
entre la escuela y la familia es otro de los principios pedagógicos del método
Waldorf. La comunicación fluida y la implicación de la familia en la educación
del niño y en la vida del colegio son piezas fundamentales para que haya
coherencia entre la labor de los padres y la escuela.
Primer septenio: hasta los 7 años
Según la descripción que hace Steiner de las etapas evolutivas del ser humano, en este primer septenio se configura la formación del cuerpo físico. El niño va conociendo el mundo a través de las percepciones sensoriales y, a la vez, va desarrollando su voluntad. En la formación del cuerpo físico el movimiento es esencial, por lo que el juego ocupa un papel primordial en la vida del niño. La educación debe proporcionar un entorno o medio físico adecuado y afectuoso donde el maestro sea un modelo a imitar, ya que en la primera infancia aprenden por imitación. Esta visión del primer septenio tendrá importantes implicaciones en la concepción de lo que debe ser el Jardín de Infancia.
Según la descripción que hace Steiner de las etapas evolutivas del ser humano, en este primer septenio se configura la formación del cuerpo físico. El niño va conociendo el mundo a través de las percepciones sensoriales y, a la vez, va desarrollando su voluntad. En la formación del cuerpo físico el movimiento es esencial, por lo que el juego ocupa un papel primordial en la vida del niño. La educación debe proporcionar un entorno o medio físico adecuado y afectuoso donde el maestro sea un modelo a imitar, ya que en la primera infancia aprenden por imitación. Esta visión del primer septenio tendrá importantes implicaciones en la concepción de lo que debe ser el Jardín de Infancia.
Segundo septenio: de los 7 a los 14 años
Según Steiner, en el segundo
septenio se configura el cuerpo etérico. Se modificarán o desarrollarán las
inclinaciones, los hábitos, la conciencia moral, el carácter, la memoria y el
temperamento. Se actúa sobre el cuerpo etérico a través de imágenes, ejemplos,
metáforas, cuentos e historias narradas, biografías de personajes, que
contribuirán al aprendizaje de conceptos. Se cultiva y perfecciona
especialmente la memoria y el sentido artístico por su vinculación con la
transformación del cuerpo etérico. La figura del maestro sigue siendo
primordial, ya que constituye una autoridad viva, que representa para el niño
la fuerza moral e intelectual.
Tercer septenio: de los 14 a los 21 años
En este septenio se configura
el cuerpo astral. Es la etapa de los conceptos abstractos.