PEDAGOGÍA WALDORF

La concepción de la naturaleza del hombre impulsada por Rudolf Steiner define una educación que abarca el cuerpo, el alma y el espíritu y que respeta el desarrollo individual de cada niño, da gran importancia al trabajo y a la formación de los maestros y a la colaboración continua entre la escuela y la familia. Ser conscientes de las necesidades y de las capacidades de cada niño en su proceso evolutivo adquiere especial relevancia y consecuentemente marca su impronta en las líneas metodológicas de las escuelas Waldorf.
Algunas de las características más significativas de la Pedagogía Waldorf son las siguientes:
Educación científica, artística y espiritual
Esta educación trata de despertar y favorecer en el niño y en el joven sus capacidades intelectuales, artísticas y de la voluntad. La creatividad desempeña un papel esencial en este proceso, siempre en coherencia con el desarrollo madurativo de los niños. La educación científica tiene muy en cuenta la relación con la naturaleza y  sus ciclos. El huerto escolar contribuye en gran medida a experimentar los ciclos de la naturaleza, además de constituir un recurso válido para fomentar el trabajo cooperativo y los valores de la constancia y el esfuerzo. 
A la educación artística y a la moral se les concede un alto valor pedagógico, por lo que las actividades artísticas y artesanales están continuamente presentes en la práctica diaria y, además, se fomenta el gusto por la búsqueda de la belleza en cualquier tipo de actividad.
Por ejemplo, en el primer septenio, son recursos habituales los cuentos y otros relatos, las canciones, el ritmo, el dibujo con ceras, la acuarela, el modelado, dramatización… En el segundo septenio, la lectura, la escritura, los relatos históricos, el conocimiento de la naturaleza, etc. se abordan de forma artística y desde la viveza del descubrimiento.
Este enfoque hace que se favorezca la observación, la atención, la escucha, la paciencia y otros valores.  
 Actividad
El aprendizaje se produce a través de actividades creativas y prácticas, relacionadas con el mundo del niño. El niño imita la actividad del maestro, que sirve de modelo, de modo que se activa la voluntad del niño para realizar distintas tareas. Las actividades externas comportan una actividad mental interior, de pensamiento.
El juego libre constituye la actividad más importante del primer septenio. El juego es el trabajo más importante de esta etapa evolutiva y una fuente inagotable de conocimiento. Se desarrolla tanto en el aula como en el jardín. El niño tiene a su alcance juguetes y materiales naturales, no sofisticados, de modo que pueda desarrollar su imaginación y su fantasía. En coherencia, el movimiento está presente y se trabaja tanto la motricidad gruesa como la fina.
En definitiva, el conocimiento más que transmitirse, se experimenta, se descubre. 
El espacio 
La consideración educativa del espacio compagina dos características: por una parte,  el entorno, la configuración del aula, el jardín deben permitir el movimiento, la experimentación, la creatividad; por otra, se trata de un espacio estable, armonioso, que permita alternar actividades de expansión y actividades de concentración.
El tiempo y sus ciclos
Las secuencias temporales son consideradas como aspectos esenciales para el desarrollo equilibrado del niño. Las actividades se organizan de forma rítmica, respetando los distintos ciclos: el día, la semana, el mes, las estaciones y el año. Todo está organizado siguiendo los ritmos de expansión y concentración.
Por ejemplo, en el Jardín de Infancia las actividades del día responden a un ritmo y a una estructura (contar cuentos, realizar trabajos manuales, el juego libre, cuidar el jardín…); la semana se organiza de manera que cada día se hace una actividad diferente (ceras, modelado, acuarela, hacer el pan…); cada mes gira en torno a un tema diferente en función de la época del año. En el segundo septenio, las asignaturas principales (Matemáticas, Lengua, Historia…) se organizan por bloques de unas cuatro semanas. 
Esta regularidad en los ciclos da seguridad y confianza a los niños y favorece su desarrollo equilibrado.
Reflexión compartida
Una característica de la Pedagogía Waldorf es la participación que lleva a  compartir las reflexiones con los demás compañeros. Por ejemplo, en el segundo septenio, la lectura de las propias narraciones, la verbalización de lo aprendido… son prácticas pedagógicas frecuentes de gran valor educativo que, además, favorece la capacidad de la escucha. Se potencia la colaboración, no la competición. 
Tutoría y colaboración con las familias
El maestro tutor acompaña a los niños en su desarrollo a lo largo de todo el septenio.
La colaboración continua entre la escuela y la familia es uno de los tres principios educativos esenciales de la Pedagogía Waldorf. El objetivo común que se persigue es la contribución al desarrollo armónico del niño.
En consecuencia, las escuelas Waldorf se caracterizan por la presencia de las familias en la vida de la escuela, lo que se traduce en talleres, reuniones de trabajo individuales o grupales, exposiciones de trabajos, fiestas compartidas…
Atención a la diversidad y evaluación
De acuerdo con el principio educativo del respeto al desarrollo individual de cada niño, los maestros tienen que prestar especial atención al ritmo evolutivo de cada uno, a sus capacidades y a sus necesidades educativas, y plantear estrategias metodológicas apropiadas.
La evaluación del alumnado es continua y utiliza técnicas como la observación o la valoración de los trabajos, producciones y presentaciones de los alumnos. Se huye de la evaluación como presión.


Entrevista a Dña Thurit Ambruster, que dirige la escuela Waldorf de Valladolid:


WALDORF: Jornadas de presentación de proyectos educativos alternativos.